lunes, 3 de diciembre de 2007

Los Caras de Belmez. Entrevista a sus autores.

En su libro, Los caras de Bélmez, señalan con nombres y apellidos a los autores y precursores del fraude.

Han pasado 35 años y este episodio de la España negra y profunda todavía colea. El último coletazo, un libro de dos investigadores valencianos que se presentó en la pasada Feria
del Libro con un título irónico que anuncia su contenido: Los caras de Bélmez. Los autores son Francisco Máñez, escritor especializado en fenómenos paranormales, y Javier Cavaniles, periodista del diario El Mundo que en el 2004 realizó una serie de reportajes de investigación sobre el rebrote que se produjo ese año del fenómeno, en la casa dónde María Gómez Cámara pasó su infancia. Ambos autores han dedicado dos años de trabajo a recopilar información en distintas ciudades españolas, desde Madrid y Barcelona a Jaén o Sevilla, para desmontar un fraude y señalar con nombres y apellidos a sus responsables.






En la página web http://www.loscarasdebelmez.com/ explican los resultados de su investigación que analizan con más detalle en su libro.


¿Quiénes son los caras de Bélmez que desenmascaráis en vuestro libro?
Un grupo de personas que provocaron y se aprovecharon de este curioso fenómeno de masas. Algunos lo hicieron de buena fe y otros mintieron descaradamente. Sus nombres y apellidos, inclusos su fotos, aparecen en el libro.


¿Cómo se hicieron las caras?
Se ha utilizado todo tipo de métodos a lo largo del tiempo. Desde manchas naturales que parecían reproducir un rostro hasta rotuladores, pasando por heces, nitrato de plata, retoques informáticos o a mano, etcétera. También huellas en el cemento, pintura, agua y aceite. Hasta hubo un tipo que decía que las hacía con la punta de la...


¿Cómo ha vivido la gente del pueblo esta experiencia?
Ha habido de todo, los que se lo creían, los que no, los que preferían creérselo, los que han pasado de todo. Pero no hay que olvidar que ni la familia Pereira ni ningún vecino fueron por ahí pregonando el misterio a los cuatro vientos. Eso fue obra de la prensa y una serie de parapsicólogos ociosos con ganas de figurar. Lo que es seguro es que algunos se lo han pasado pipa: tanto periodista estrella e investigador paranormal con aire de grandeza elucubrando teorías para explicar unas simples manchas que todos sabían en el fondo que eran falsas. Es fácil imaginar lo que se han debido de reír. Desde luego, los principales culpables ni son ni viven en el pueblo.


¿Se puede estimar aproximadamente cuánto dinero han producido las famosas caras?
No con exactitud. Como dijo Ramos Perera, uno de los investigadores del caso, dinero sí que ha habido pero a todos les hubiera gustado que hubiera más. Si alguien consigue vender un Guernica falso, se forra. Pero si pretende vivir de unas manchas en el suelo no puede esperar grandes beneficios. El caso es una cutrez de principio a fin y esto no es Estados Unidos. Allí se hubiera convertido en un lucrativo parque temático como Roswell, donde dicen que se estrelló un OVNI.


Después de 35 años, ¿vuestro libro representa una versión definitiva de la historia?
Creemos que sí pues, aunque el fraude se descubrió enseguida, una serie de pintorescos personajes con ansias de notoriedad y de sacar dinero se encargaron de ocultar esas pruebas. De hecho, los únicos que investigaron el tema estaban interesados en que siguiera siendo un misterio. Han mentido, y mucho, hasta los que creían que era un fraude. Lo que pasa es que todo lo que apoyaba la hipótesis del fraude se manipulaba. El mejor ejemplo es el del informe que hizo el profesor de la Politécnica y miembro del CSIC, Juan José Alonso. Su análisis era demoledor y a él lo han pintado como una aficionado al ‘Quimicefa’ sin ninguna credibilidad. También hay mucha gente que apoyó el caso sinceramente y no mentía. Su testimonio ha sido muy valioso para desvelar el enigma.

¿Como se explica la gran repercusión de unas simples manchas?
Las caras de Bélmez no son sólo unas manchas en el suelo. Son un fenómeno sociológico que ha evolucionado en el tiempo y al que se han ido añadiendo todo tipo de subtramas, como los poltergeist o las psicofonías. Para los medios de comunicación siempre ha sido una perita en dulce, la típica ‘serpiente de verano’ de la que tirar cuando hace falta. Además, el método más extendido de investigación es el ‘corta y pega’ de artículos anteriores que resuta particularmente barato. Y así, las mentiras se repetían tantas veces que han acabado pareciendo verdades.


El famoso periodista Iker Jiménez no sale precisamente bien parado en el libro.
Se repondrá. Es verdad que ha sido uno de los grandes apóstoles del caso y que sus investigaciones tienen más que ver con la literatura fantástica que con el periodismo. Pero ni ha sido el único ni es el que peor. Aunque ha montado alguna que otra alegre trapisonda, jamás ha falsifi cado una cara; a otros en cambio no les ha temblando el pulso cuando han tenido que tirar de rotulador.


¿Se han acabado para siempre las caras de Bélmez?
Probablemente no. Por un lado sería interesante que no se olvidara lo que ha pasado, porque es un fiel reflejo de cómo funciona el negocio de la parapsicología en España y es una curiosa anécdota que remite directamente al país de pícaros que aun somos. Por otra parte, siempre habrá quien siga creyendo y algún vendedor de misterio dispuesto a recuperarlas. Esperemos que lo tengan más difícil.





LA CONEXIÓN VALENCIANA

Máñez y Cavanilles no son los únicos valencianos que han estudiado el caso. En los años setenta, cuando los interesados en él se dividieron en dos bandos irreconciliables, los creyentes y los escépticos, al frente de estos últimos se encontraba el ingeniero alicantino José Luís Jordán Peña, presidente de la Comisión Eridani. Aunque su figura y participación en el caso sigue siendo polémica, fue él el primero en reparar en un hecho aparentemente trivial, pero de vital importancia: hubo más de un autor y más de un método para hacer caras.

En 1975, cuando el interés por el caso había declinado notablemente, un grupo de aficionados a la parapsicología (Alberto Giménez, Francisco Giménez, Vicente Gomar) consiguieron el permiso de la familia Pereira para extraer del suelo una de las teleplastias y llevarla a un laboratorio. La elección fue una teleplastia conocida como ‘El Pelao’. Este es, sin duda, el análisis más importante de la historia del fenómeno. Los investigadores contaron con el apoyo con varios profesores de la Universitat de València, sobre todo, del profesor Juan José Alonso, de la Universidad Politécnica. ‘Huracán Alonso’, como le conocían sus amigos, una autoridad internacional en el análisis con microscópio, colaborador de importantes compañías en la evaluación de sus productos. Este miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científi cas (CSIC) firmó un análisis (conocido como el “Informe Alonso”) tan demoledor que ningún estudioso del caso se ha atrevido a publicar íntegro. Es, probablemente, la prueba que más se ha manipulado a lo largo de todos estos años y el mejor estudio jamás realizado.


En 2004, la Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas (SEIP), presidida por el alicantino Pedro Amorós y sita en Alicante, descubrió nuevas caras de Bélmez en otra casa.
El primero en advertir que se trataba de un fraude fue el investigador valenciano Francisco Máñez. Los primeros en apoyarle públicamente fueron Francisco Calahorro y David Garcés, del
programa Adimensional (Radio Mislata). Luego, Javier Cavanilles (periodista de la edición en la Comunitat Valenciana de El Mundo) se sumó al grupo. Posteriormente, se unieron a ellos, entre otros, los miembros del Círculo Escéptico, una entidad dedicada a combatir los fenómenos paranormales con sede en Alicante y presidida por el abogado alicantino Fernando Frías. Los escépticos consiguieron muestras del suelo de Bélmez que fueron analizadas en el Instituto Tecnológico de la Construcción (AIDICO) con sede en Paterna.

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